Durante 32 años había sido policía y se había acostumbrado a la adrenalina de las persecuciones, pero esa mañana estaba buscando a su hijo: un par de horas antes había recibido una llamada en la que le decían que David, también policía, no se había presentado al trabajo.
Después de colgar, abrió la puerta del cuarto de su hijo, donde encontró la funda de su pistola vacía.
“Llamé a mis amigos y les dije: ‘miren, esto no es bueno. Tengo un mal presentimiento’. Sabía que algo no estaba marchando bien”, relató.
El asunto no pintaba bien.
Al cruzar el estacionamiento vacío del Club Deportivo de Boston, Dave notó que el carro de su hijo, un Volkswagen con los vidrios polarizados, estaba en un rincón distante del gimnasio.
Cuando se puso delante del carro confirmó sus peores presentimientos:
“Él estaba en el carro, sentado y tenía su teléfono en el regazo. Lo supe de inmediato. Pero yo simplemente no lo quería saber a la vez”, relató con la voz entrecortada.
David Betz murió debido un disparo autoinflingido, sin dejar ninguna explicación sobre porque se había quitado la vida. Él ahora forma parte de ese grupo de cientos de policías en EE.UU. que se han suicidado dejando atrás un sinnúmero de preguntas sin responder.
Fuente BBC NEWS