Al fútbol se puede ganar por juego o por convicción. De lo primero, el Atlético tuvo poco, pero de lo segundo fue sobrado en el segundo tiempo para paliar su zozobra y sus dudas en los primeros 45 minutos contra el Bayer Leverkusen. Un triunfo en la Champions alcanzado porque sí, porque lo necesitaba, porque el cómo importaba poco o nada.
Un cabezazo certero de Morata a falta de poco más de 10 minutos, a rosca perfecta de Lodi, le dio para certificar esta victoria que le oxigena y le acerca a los octavos de final. Fue con un 1-0, sufriendo para marcar, pero no para defender su portería, reducido el Bayer Leverkusen a un equipo con más maneras e intenciones que fuego real.
El Atlético se presentó directo. Dispuesto a jugar sin trámite alguno. Como si los tiempos convulsos y de cuestionamientos que vive su entrenador le demandaran un partido frontal y visceral. Una resolución rápida y contundente. Presión alta, casi individual, y a toda mecha al ataque. Enfrente, el Leverkusen no se inmutó.
Dominó como pudo esos empujones rojiblancos y en un par de jugadas enseñó que la pelota le corría mejor. Entre los revoloteos de Demirabi, Amiri y un par de maniobras de Havertz, el Leverkusen rondó a Oblak. Si no exigió al meta esloveno fue por la falta de pie en el último toque de sus jugadores más ofensivos.
Fuente EL PAÍS