jueves, mayo 2, 2024

El Liverpool evita la eliminación en el avispero de Salzburgo

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Las cuotas no solo existen en los videojuegos. Cada equipo, en cada partido, dispone de una reserva cuyo destino señala el límite entra la victoria y la derrota.

Llámense vidas. El Salzburgo agotó sus vidas antes del minuto 57. Se le escaparon cuando Hee-Chan y Minamino se quedaron mano a mano con Becker y no superaron al portero. Se consumieron cuando Haaland remató al palo. Se perdieron cuando Henderson en la primera parte, y Lovren en la segunda, tocaron la pelota con la mano en el área del Liverpool y ni el árbitro ni el VAR dictaminaron que aquello debía interpretarse como penalti.

Ahí se quedó fuera de la Champions el sorprendente Salzburgo.

Ahí se clasificó el vigente campeón, el Liverpool, que vivió en el lado oscuro durante 57 minutos. El tiempo que tardó en salir del purgatorio, evitar encajar, meter el 0-1 como quien vuelve a respirar, y encauzar una victoria que le permite clasificarse como primero del Grupo E por delante del Nápoles.

El tortuoso camino del Liverpool en la fase de grupos se retorció en la última jornada. Desde la primera jugada, cuando desde el estadio San Paolo de Nápoles llegaron noticias de jaleo. Enfrentado al Genk en el otro partido del Grupo E, el polaco Arkadiusz Milik, que lleva tres años languideciendo en Italia, metió un hat trick entre el minuto tres y el 38.

Asegurada la clasificación del Nápoles, el Liverpool se vio obligado a salvar al menos un empate. No le resultó nada sencillo. El Salzburgo es un equipo pujante, desinhibido, bien surtido de jugadores capaces en todas sus líneas. Desde el portero, Cican Stankovic, a su delantero centro, el rubio Haaland. El conjunto austriaco operó como una unidad de demolición a partir de la presión incansable y el despliegue masivo. De alguna manera, el Salzburgo se puso el traje del Liverpool. Desde el primer minuto. Empezó golpeando.

Takumi Minamino no se demoró. Este agudo mediapunta japonés, dinámico y habilidoso en la elección de los pases, dejó solo a Haaland ante Becker en las maniobras iniciales. Sintiéndose amenazado en su campo, el Livepool salió en largo. Cada balón que pillaba Van Dijk, cada vez que Henderson oteaba el horizonte, cuando Alexander-Arnold o Robertson podían pensar con la pelota en el pie, la respuesta conducía al pase de 50 metros, a ser posible en diagonal, a la zona donde se presume que corren Salah o Mané, más liberados. Poco pudieron correr.

El Salzburgo no se dejó intimidar. Donde no alcanzó su defensa llegó Stankovic, ágil y rápido para desmontar situaciones que anunciaban el gol. Además de hostigar al Liverpool cada vez que intentaba organizar el más mínimo ataque elaborado, este equipo de aluvión se reveló por su excelente cuidado de la pelota. La deriva alteró las costumbres del Liverpool. Como vieron que no podían con el ritmo que les imprimían, los jugadores de Klopp optaron por hacer algo que rara vez tienen que hacer en la Premier: empezaron a intentar esconder la pelota con pases hacia atrás. A ver si así cansaban a sus enérgicos rivales.

Fuente EL PAÍS

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