martes, mayo 14, 2024

Lucas Santos: “Dejé la favela, pero no puedo quedarme al margen mientras matan negros y pobres”

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Lo nombraron mejor jugador de la Copinha, el mayor torneo de fútbol base de Brasil. Lo promovieron al primer equipo del Vasco, lo convocaron para jugar varios amistosos de la selección brasileña y lo cedieron al CSKA de Moscú.

En 2019, Lucas Santos ha experimentado varias sensaciones nuevas en su carrera. A pesar de su rápido ascenso como deportista profesional, el delantero de 20 años sigue preocupado por la realidad —opuesta a su rutina en el fútbol europeo— del lugar donde creció en Río de Janeiro.

“Dejé la favela, pero no puedo permitirme el lujo de quedarme al margen mientras matan a negros y pobres”, dice el jugador, en una entrevista telefónica, al explicar por qué se opone a las políticas de seguridad represivas en las favelas que están dominadas por el narcotráfico.

Lucas Santos creció en Para-Pedro, una favela de Río de Janeiro, y se cortaba el pelo en la barbería donde en octubre asesinaron a tiros a Kelvin Cavalcante, un mototaxista de 17 años, durante una operación policial. La Policía Civil aún no ha terminado la investigación que determinará si las balas que alcanzaron al adolescente provenían de agentes estatales.

“Conocía a Kelvin, un buen chico”, dice Lucas. “Su muerte me indignó. Me podría haber pasado a mí o a un miembro de mi familia. Dicen que es por error, pero cada vez mueren más personas negras y pobres en las favelas. Río se está convirtiendo en un lugar horrible para vivir, a pesar de su belleza natural”.

Tras el funeral de chaval, los residentes protestaron por las acciones violentas en el barrio. Un policía sacó un rifle, disparó al aire e intentó dispersar el acto atacando a los manifestantes. La Policía Militar lo suspendió por violar el protocolo del cuerpo.

En aquel momento, Lucas Santos criticó en las redes sociales lo que él denomina “el espíritu genocida” del gobernador de Río, Wilson Witzel. “Las acciones que toma me hacen creer que se trata de una política de genocidio contra los pobres.

Nadie debería celebrar la muerte de un ser humano, sea lo que sea lo que esté haciendo. Entiendo que hay que ser duro con el crimen y el narcotráfico, pero no puedo alegrarme del asesinato de nadie.

Esta actitud del gobernador mina la confianza en la policía. Quien debería protegernos, en realidad, está matando a muchos de nosotros”.

Fuente EL PAÍS

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